Cuando los ingenieros proyectan puentes, los médicos realizan cirurgías, las empresas operan aeropuertos, los empresarios abren sus negocios o hasta cuando una persona va al supermercado para hacer una simple compra, el riesgo siempre está latente, aunque no siempre es visible. En realidad, el riesgo, de alguna forma puede estar allí presente porque es algo inherente a cualquier actividad o acción, pudiendo impactar en la vida personal o profesional de uno o de varios individuos.
No podría ser diferente cuando se trata de proyectos, obras e industrias y empresas, independientemente de su porte y tamaño. Todo el tiempo, las personas tienen el desafío de desempeñar sus actividades mientras están expuestas a que ocurran posibles condiciones indeseadas.
Los riesgos existen y no deben descuidarse, mucho menos ser encarados como algo muy temible o una barrera intraspasable. Por el contrario, mitigar riesgos y administrarlos puede ser un sinónimo de desafío, como también una oportunidad para transformar y adecuar algo, a fin de que sea mejor, más eficaz, favorable y seguro. En este punto entra en acción el concepto de aplicación de la Gestión de Riesgos (GR).
Sea cual fuere la actividad, para que sea posible mitigar los riesgos, primero se debe conocer minuciosamente el contexto en el cual está insertado el riesgo. Es fundamental analizar todas las variables que puedan presentar un eventural impacto, y entonces mitigarlo de la manera más adecuada posible.
Con todo el avance tecnológico, y especialmente con la evolución de las prácticas de gestión, muchas de las empresas de gran porte, ya sean nacionales o multinacionales, poseen consolidada la imagen de un Risk Manager. Muchas veces, tal posición se hace presente por cuestiones de compliance. Hay una preocupación cada vez mayor con relación a las prácticas de GR. En los últimos años, es notable una evolución significativa en este segmento, y como resultado se refleja en la tendencia de globalización.
También el movimiento de empresas de menor porte está despertando la cultura de protección. Sin embargo, indudablemente, todavía hay un largo camino por recorrer. Muchas veces, independientemente del tamaño de la empresa o del porte del proyecto, la aplicación de una gestión de riesgo adecuada está encarada como un costo y no como una inversión.
Un estudio encomendado por la RIMS (Risk Management Society), organización sin fines de lucro que aborda cuestiones mundiales de gestión de riesgos, reveló que hasta 2015, Brasil estaba bajo el promedio de América Latina en la implementación de programas de GR en las empresas. En esa época, el 79% de las empresas brasileñas analizadas no tenían un mapa de riesgos estratégicos, contra un 51% del promedio latinoamericano. Solo el 17% de las empresas, contra el 21% en que la GR todavía no fue siquiera elaborada. Seis entre diez empresas brasileñas dijeron tener un responsable en el área de gestión de riesgos, contra un promedio latinoamericano del 77%.
En ese mismo año de divulgación de la investigación ocurrió el trágico caso, ampliamente difundido por los medios, de la ruptura de las usinas de residuos industriales de una gran empresa, poniendo en evidencia la fragilidad de las políticas más firmes orientadas a la gestión de riesgo, compliance y gestión de crisis, como prioridades en el escenario nacional. Una de las conclusiones de este referido estudio fue que la GR, infelizmente, todavía está más desarrollada en el papel que en la vida diaria operacional de las empresas. Una Gestión de Riesgo adecuada puede alcanzarse a través de una serie de esfuerzos multidisciplinarios, que vislumbran un conjunto de actividades coordinadas con el objetivo de administrar y controlar potenciales amenazas, recordando que nunca se debe considerar que se está preparado para todo: siempre hay algo que debe ser mitigado, ajustado y mejorado. Eso implica la planificación y el uso de los recursos humanos y de materiales, además de buenas prácticas de gestión, para minimizr los riesgos o tratarlos. Pero, para que realmente funcione, la GR necesita estar en el centro de la cultura organizacional, con la efectiva adherencia de todos, desde los directivos y la alta gerencia hasta cada uno de los colaboradores involucrados, formando parte de la rutina de la empresa, independientemente de su porte, así como la adecuada previsión de inversiones dirigida a la GR en el presupuesto general.
No existe garantía de que una Gestión de Riesgo bien desarrollada pueda eliminar por completo que ocurra un evento indeseado. Sin embargo, una GR adecuada tiene el papel de aportar conocimiento y calidad a lo que se pretende proteger, proveyendo los insumos necesarios, los cuales harán posible preveer eventuales situaciones adversas, resultando en formas de intentar controlar y mitigar riesgos.
La Gestión de Riesgos es algo que debe estar pautado en probabilidades de ocurrir, inclusive absorbiendo experiencias de eventos pasados, ya sean positivos o negativos. Los riesgos deben ser mitigados con base en un conocimiento sólido, consistente y reconocido. Para eso existen una infinidad de normas técnicas nacionales e internacionales, estudios técnicos, y referencias de buenas prácticas, que incluso pasan constantemente por revisiones y perfeccionamientos.
Con el incremento de la tecnología y el avance del conocimiento, los riesgos pueden (y deben) ser previstos, controlados y minimizados.
No se debe entender que el papel de la mitigación termina al garantizar que todas las premisas técnicas, normas reguladoras del Ministerio de Trabajo o incluso las indicaciones del Cuerpo de Bomberos estén cumplidas. Por el contrario, la GR debe, obligatoriamente, ser algo continuo y permanente que esté al tanto, diariamente, de las operaciones de una empresa o de cualquier actividad. Es un ciclo que demanda una constante revisión, monitoreo y prefeccionamiento. El ambiente tecnológico evolucionó y trae nuevas herramientas; los negocios cambian, y con el cambio puede agregarse nuevos procesos; nuestra rutina y la manera de vivir se altera. Con esto hay que experimentar otros escenarios y nuevos riesgos.
Por lo tanto, es necesario estar atento para mitigar los posibles riesgos, sean estos nuevos o ya conocidos. El hecho es que no deben ser subestimados, mucho menos olvidados. Los riesgos existen y deben ser encarados. El papel de la Gestión de Riesgos debe ser la de una herramienta actuante, activa y atenta a lo que sucede. Y sobre todo, estar siempre lista para actuar, antes de que la amenaza se haga presente.
Referencia: www.mapfre.com.br